Esta semana vengo con una reflexión personal, pero que aplica para la vida laboral.
Hace poco tomé café con una amiga a quien no veía hacía tiempo. Y mientras nos poníamos al día con todas las novedades y cambios de los últimos años, algo me hizo reflexionar sobre una constante en mi vida.
Mi amiga ha alcanzado cosas maravillosas en su vida. Construyó su casa. Tiene su consultorio de terapia lleno de pacientes. Ha trabajado en sí misma, y está en un lugar de su vida que la tiene muy feliz.
Yo, por mi parte, podría decir lo mismo. He logrado esto y aquello, claro, y también estoy en un momento muy lindo de mi vida. Pero la mayor diferencia entre las dos es que mi amiga no tiene algo que yo sí tengo: la necesidad de preocuparme por todo.
Me lo heredó mi abuelita
Mi querida abuelita nunca tuvo un segundo de su vida en que no se pasara preocupando por algo. Siempre decía que si ella no se preocupaba, las cosas no se harían. Yo crecí junto a mi abuelita, y por supuesto, acepté esa verdad como mía y procedí a seguir con el linaje de “preocupadoras profesionales” que hay en la familia.
¿Y qué me he ganado con ese título de preocupadora profesional? Un sistema nervioso muy alterado que me ha producido insomnio, ansiedad y agotamiento constante.
¿Por qué te cuento esto?
Porque el tema de la preocupación constante es algo que muchos de mis clientes traen a las sesiones. Yo creo que ellos también tuvieron a una abuelita que les enseñó que las cosas solamente se pueden alcanzar si uno pasa preocupándose constantemente por ellas.
Pero vení, y te cuento algo que para mí es toda una revelación: ¿sabías que las cosas sí se pueden alcanzar SIN que tengamos que preocuparnos 24×7 por ellas? Yo sé, yo también estoy en shock.
Cambiemos el ángulo en que vemos las cosas
No quiero decir que de ahora en adelante voy a ser un “alma libre” que no planea nada, porque esa no soy yo. Pero una cosa es planear y ejecutar ese plan; y otra es meterle la dosis innecesaria de preocupación que usualmente acompaña esos planes. Lo que te quiero decir es que el plan se puede ejecutar perfectamente sin la preocupación. Es más, diría yo que hasta sería más fácil y rápido.
Te prometo que voy a tratar de bajarle las rayitas a esto de la preocupación constante, y te cuento cómo me va. ¿Qué tal si hacés lo mismo?